domingo, 19 de mayo de 2013


Durante los años 60, las plantaciones centroamericanas empezaron a recuperarse, lo que supuso una disminución de la demanda para la fruta ecuatoriana. La crisis de sobreproducción y la presencia de plagas golpearon con fuerza a los pequeños y medianos productores, quienes no contaban con el capital para hacer frente a períodos de crisis o nuevas inversiones. La quiebra de los pequeños productores fue aprovechada por los grandes propietarios, quienes iniciaron la etapa bananera de la gran plantación en la Costa ecuatoriana. Muchas veces estos combinaban la producción con la actividad exportadora, imponiendo precios a los pequeños productores que aún hoy subsisten en el agro de la Costa.
Económicamente, los efectos del auge bananero en el país fueron importantes. Se profundizó el modelo de desarrollo capitalista en relación con el mercado mundial. Ecuador se insertó en un orden internacional en el que asumió claramente el papel de proveedores. Al mismo tiempo se produjo un aumento de la producción nacional en distintos órdenes, se expandieron las relaciones salariales, creció el mercado interno y la economía se diversificó. Los sectores que crecieron fueron la industria, la construcción, la pesca industrial, la producción agropecuaria, el comercio, la banca, el transporte y las comunicaciones.
El desarrollo urbano que se había anunciado tímidamente desde inicios del siglo XX se intensificó notablemente. El Estado desarrollista, sustentado en una economía en crecimiento, fomentó la profesionalización de sus capas medias. En la Sierra el auge bananero y los límites propios de un sistema caduco provocaron la descomposición del sistema de hacienda tradicional, el cual enfrentó la necesidad de modernizarse. Mucha población emigró a la Costa y otra engrosó la población de las ciudades de la Sierra.
Cuando las exportaciones bananeras empezaron a decaer en los años 60, el Estado regulador y planificador orientó la economía, hasta entonces dependiente del mercado exterior, hacia el modelo de sustitución de importaciones que privilegió el desarrollo interno.
Desde 1948, los protagonistas de la vida política ecuatoriana hicieron un esfuerzo común por alcanzar una estabilidad que se veía como condición indispensable para el progreso y el desarrollo del país. Este esfuerzo estuvo apoyado por una coyuntura económica favorable que se tradujo en la ordenada sucesión democrática de cuatro gobiernos: en 1952 triunfó Velasco Ibarra; en 1956, Camilo Ponce Enríquez; y en 1960, otra vez Velasco Ibarra.
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